Por Jorge Márquez para Pueblo Kilmes
Apelo a una galería de imágenes desordenadas como homenaje a parte de nuestro pasado, en estos días de Mayo.
Hay una postulación inicial, al momento de recordar: elijo al azar algunos hechos de valentía y entrega extraordinarios, como mínima expresión de miles de voluntades.
Aparecen héroes y heroínas que lideraron o acompañaron una revolución liberadora, consolidada a puro coraje.
En el recorrido, previo al 1810, grita un joven de 21 años que galopa para abordar una corbeta varada en el Río de la Plata frente a la ciudad de Buenos Aires, 100 marineros británicos con 26 cañones y ganas de revancha no entienden la secuencia. Sabrán sí, que no iba a ser fácil meterse con este pueblo. Güemes va ahí, la arena dura del río marrón: gauchos atacan barcos con lanzas. Ningún Salgari o Conrad imaginarían tal desmesura.
Un zambo valiente salva de morir a un general en la batalla de San Lorenzo en 1813. Ese general, cruzará la cordillera en 1815. La cordillera con un ejército.
Entregar la vida estaba en los cálculos, eso la paga siempre fue mala en términos económicos, nunca en cuanto a lo que estaba en juego: Juana Azurduy se quedó sola después de pelear su vida entera, el enemigo le mató a cuatro de sus hijos y a su compañero, Manuel Padilla. La pobreza y una fosa común, pletórica de héroes, marcaron su final.
Tuvimos Belgrano y un éxodo jujeño, y Castelli y Monteagudo y Mariquita y Machaca. Tuvimos a quienes tuvieron el hambre de la libertad a cualquier precio. No imtó que el horizonte se ennegreciera, no alcanzaran las provisiones y las armas fueran escasas. Se quedaron sin balas para el cañón, Esa y Rosales en 1826, luego de horas de combate frente a la poderosa flota del imperio brasileño, acá en las costas de Quilmes, eso los marineros envolvían la pólvora en pedazos de sus maltrechas ropas, y de paso, Brown bajo las andanadas enemigas contra la castigada 25 de Mayo, clavaba la bandera al mástil, que siempre “Es preferible irse a pique antes que rendir el pabellón”.
Nuestra Nación se apoya en formas de valor indómito, desinterés y solidaridad que contrastan claro, con algunas actitudes contemáneas. Por eso, vuelvo al pasado, en 1845, hubo una Vuelta de Obligado, doscientos cincuenta caídos resistentes a la impunidad imperial. Había que ponerle un freno a la armada más poderosa del mundo que se metía en nuestros ríos. La soberanía no se negocia, habrá pensado Rosas, y los soldados y el pueblo. Los imagino tirando piedras, ya sin municiones, en la epopeya descalza, frente a la paradoja del heroísmo desconocido que da la vida la defensa de las mayorías.
Miles de fotos como las mencionadas permiten hablar de un maravilloso país nacido del heroísmo, inexplicable para mercaderes, lobistas imperiales y burócratas acomodaticios.
Maravillosa tierra abonada sueños y cabalgatas indómitas hacia destinos que siguen esperándonos.